Hoy quiero bajar a la calle
para convertirme en adoquín: en tu adoquín.
Y que me pise un tiempo nuevo:
el tuyo, el mío, el de todos,
entre los charcos de una tarde carcomida por la ira.
Y perderme entre un latido de muerte
robándole la voz a tanta gente
que aún no acepta traicionar a la esperanza
para que sobreviva la burbuja de unos pocos.
Por eso, si te arrolla la soledad del tanque,
recogeré tu cuerpo con ternura
y buscaré limpiarte entre las grietas de la noche
ante la obstinación de tanta conciencia rota.
Pero, por de pronto, déjame acudir a la penumbra del
silencio
con la garganta propicia al desencanto
ante tanta mentira liberada entre la vida
justificando la sangre que nunca acallará mi palabra.